Las estadísticas de las Ligas Negras y el abominable apartheid

JUEGO PERFECTO

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HORACIO NOLASCO

El sistema segregacional de los Estados Unidos no finalizó con la emancipación de los negros en 1863, tampoco concluyó con el debut de Jackie Robinson en el béisbol de las Mayores el 15 de abril de 1947.

Moses Fleetwood Walker aparece como el primer negro en las Grandes Ligas. Walker era un receptor que accionó con el equipo Toledo, de la Asociación Americana, hoy Liga Nacional, en 1884 (.263 en 42 juegos y 152 turnos). A Moses le siguió su hermano y compañero Weldany Walker (5 encuentros, 18 turnos).

El ingreso de Robinson a MLB no significó el final del apartheid. Por eso pocos jugadores negros de los primeros años después de Jackie se animaron a que sus hijos jugaran béisbol. Hemos visto las humillaciones que pasaron Robinson, Larry Doby, el segundo en debutar y primero en la Americana, y los otros pioneros.

Horacio Martínez fue un antiguo infielder dominicano que accionó en las Ligas Negras y el encargado de reclutar los primeros prospectos desde nuestra media isla, pues Osvaldo Virgil residía en USA. Esos muchachos que eran héroes en RD, vivieron en carne propia un sistema que los apartaba de la vida social. A Felipe Alou lo querían linchar los fanáticos de su propio equipo solo por ser negro en sus inicios en las Menores.

Juan Marichal tiraba nueve ceros y tenía que comer en la cocina de los restaurantes o en su habitación. Peruchín Cepeda era una de las estrellas de los Gigantes, sin embargo aun ganando muchísimo dinero le fue impedido entrar a un cine a ver una película. La historia de los precursores latinos estuvo marcada por las vejaciones de la misma gente que los aplaudía por sus hazañas deportivas.

Hubo que esperar hasta entrado los años setenta, tras un proceso de descomunales manifestaciones contra el apartheid social, económico, deportivo, cultural…para iniciar una verdadera integración en el país más desarrollado del planeta.

Sobre la validación de las estadísticas de las Ligas Negras nos hemos topado de frente con una realidad que se venía eclosionando hace algunos años. Joshua Gibson ha pasado a ser el líder de varios departamentos ofensivos en las Mayores. Los que siguieron su carrera entre 1930 y 1946, incluyendo su participación en nuestro país en 1937 con los Dragones de Ciudad Trujillo junto a Satchel Paige, Cool Papa Bell y otras estrellas de la Negro League, lo definían como una maquinaria ofensiva, el más grande bateador jamás visto.

El cruce de números incluye los de Tetelo Vargas (.349 en 1941, cuarto detrás de los .406 de Ted Williams y .471 en 1943, el más alto promedio jamás registrado en una campaña, aunque solo en 30 encuentros). Es absurdo equiparar los registros de una Negro League que tenía muchas debilidades estructurales con una MLB establecida.

Abrirle el camino a las estadísticas de las Ligas Negras no justifica la pesada carga social de años abominables contra una población que no tuvo la culpa de nacer o vivir en ese país. El daño histórico es y será irreparable, pues con simples números, por cierto mostrencos en muchos casos, no se compensará décadas de ignominia.

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